En esta serie Daniela Tocarruncho Hernández y Angie Carolina Ávila comparten fragmentos de las historias de vida relatadas por diferentes actores del conflicto armado colombiano, para con ello dar una entrada a reconocer las causas y consecuencias de un conflicto que ha afectado a toda la sociedad de forma directa e indirecta. Estas han sido contadas en medio de escenarios dispuestos para avanzar en los diversos retos a los que se enfrenta hoy la sociedad colombiana en un marco de paz y reconciliación.
Al oriente del departamento de Antioquia, en el municipio de Granada, Sandra Milena nacía en el año 1990. Esa década iniciaba en medio de un escenario político agitado por la aprobación de la Asamblea Constituyente, la desmovilización del Movimiento 19 de Abril (M-19) y el exterminio sistemático de los miembros del partido político de izquierda Unión Patriótica, ejecutado por grupos paramilitares, luego de haber ganado en las elecciones de 1988 varias curules en el Senado, representaciones en la Cámara y posesionado numerosos concejales. Así mismo, como los asesinatos de tres candidatos presidenciales para las elecciones de ese año, Luis Carlos Galán en 1989, Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo en 1990. Situaciones de violencia que para 1991, luego de la firma de una nueva Constitución, para algunos sectores sociales parecían quedar en el pasado, afirmando que en ella se incluían reformas sociales que salvaguardarían los Derechos Humanos de toda la población colombiana. Sin embargo, lo que vivieron Sandra y su familia desde dicha década dan cuenta de todo lo contrario.
Ella estuvo en Granada hasta los seis años, donde cursó primero y segundo de primaria. De sus vivencias allí no tiene muchos recuerdos claros, pero sí de aquellos que vivió después, cuando su familia decidió irse al Guaviare donde su padre logró conseguir una pequeña finca en la que empezaron a cultivar coca, que era de lo que se vivía por la región. Mientras él y su madre trabajan, ella, la mayor de cuatro hermanos lideraba las caminatas de ocho horas para llegar a la escuelita Las Flores y luego regresar a casa embarrados por todas partes.
Cuando llegaban las vacaciones y desde los 8 años, ella cumplía con diferentes labores en su casa, “me tocaba hacerme encima de la hornilla para poder bajar las ollas, cocinaba en leña para 40 trabajadores, -narra Sandra- me levantaba a las 4:30 am, cocinaba, cuidaba a mis hermanos, lavaba la ropa y arreglaba la casa. A veces cuando trabajaba, mi papá nos daba plata y con eso yo le compraba las cosas que necesitaba mi hermana para estudiar”. En el 2000, sus padres los llevaron a estudiar a Los Lagos del Dorado. Ese mismo año se consolidaron las llamadas Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), que tal y como lo afirma Gustavo Duncan, estaban compuestas por “una tropa formada y armada como parte de un proyecto de expansión nacional contrainsurgente, capaz de incursionar en nuevos territorios, expulsar a las guerrillas y ejercer un dominio absoluto sobre la población” (Cita obtenida del informe de 2015 de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas Contribución al entendimiento del conflicto armado en Colombia, pagina # 30.) Dominio que consiguieron a través de masacres, desapariciones forzadas, desplazamientos masivos y abusos sexuales; acciones secundadas y respaldadas por miembros de las Fuerzas Armadas de Colombia, como ha sido ya comprobado por diferentes instancias nacionales e internacionales.
Cuando Sandra llegó a Los Lagos, se quedó como interna en el Internado del Padre Mancera, oriundo del municipio Miraflores. Ella relata que el Padre promovía mejoras para la educación, ya que nunca faltaba la comida, intentaba garantizar a los niños que no podían quedarse una lanchita para ir y venir, conseguía equipos para clases de tecnología y libros para la biblioteca. No obstante, el buen tiempo en el internado no duró mucho. Cuando ella estaba en séptimo grado, las arremetidas del Estado empezaron luego de firmarse el “Plan Colombia” entre Colombia y Estados Unidos, llegando primero a Miraflores y después a Los Lagos: “empezaron a entrar al internado a violar muchachas, yo gracias a no sé quién no caí ahí, pero uno encontraba por la carretera muchachas muertas y violadas”.
Cuando ella regresaba a su casa junto con sus hermanos, se encontraban con la Guerrilla de las FARC, pero eso era normal y bueno, afirma, porque, ellos sí les ayudaban: con medicinas cuando había un herido o un enfermo, atendían a los niños, les daban soluciones a sus problemas; lo que no pasó nunca con los miembros de las Fuerzas Armadas o las AUC. Por eso, para ella, era preferible tener a las FARC cerca. Sin embargo, a pesar de que su casa quedaba en lo profundo de la selva, lo que ocurría en Los Lagos los perjudicaba enormemente, narra “los paramilitares me mataron a mi padrino, lo degollaron y lo tiraron la rio, y después lo encontramos. Después, mataron a unos panaderos y los picaron, por eso yo me dije a mi misma ‘no, yo me voy a la guerrilla, yo no me voy a quedar a que ellos me maten’ yo era muy niña, tenía 13 años y pues debido a tanta masacre yo me vine a las filas de las FARC”.
Sus padres y hermanos se quedaron en la finca y sufrieron cuando los enfrentamientos entre los diferentes actores armados empezaron a llegar hasta lo profundo de la selva; ella se enteró tiempo después. Les quitaron el ganado, con la justificación de que eran colaboradores de la guerrilla, lo único con lo que su padre se quedó fue con 10 vaquitas. Ella narra: “a raíz de tanta cosa, tres de mis hermanos entraron a las FARC, y luego, cuando mi hermanita a la que yo le compraba las cosas para el estudio creció, se vino también al ver que mi papá estaba siendo amenazado porque supuestamente era colaborador de la guerrilla. Se vino, pero al añito de haber entrado la mataron los soldados, cuando tenía 13 años. Ahí sí mi papá se salió de la finquita”. Ahora sus dos hermanos menores estudian en el internado de Los Lagos del Dorado y su papá vive de las 10 vacas, arrimado por ahí, ya no trabaja cultivando coca y subsiste como puede.
Este es un fragmento de la historia de Sandra, nombre bajo el que cual estuvo cuando las FARC eran un grupo alzado en armas, que contiene muchos más momentos relevantes, que serán mostrados más adelante. Estos, en su mayoría, no se configuran en escenarios de paz, ya que la implementación de los acuerdos pactados en la Habana entre el Gobierno y las FARC está en vilo. Aquí sólo se muestran los acontecimientos que impulsaron a que una niña, de entre los 13 y 14 años, ingresara a ese grupo armado.
Classroom bloggers
En la serie ‘classroom bloggers’ estudiantes de Hugo Ramírez escriben como parte de un Semillero de Investigación. El Semillero de Construcción Social de las Fronteras de la Universidad del Rosario es un espacio académico de construcción conjunta con los estudiantes, en los que se debaten e investigan desde el plano empírico, distintas preguntas relacionadas con los reveses, territorios y fronteras de la nación colombiana.
Daniela Tocarruncho, quien se encarga de transmitir de forma escrita los relatos, es estudiante de Ciencia Política y Gobierno con mención en Sociología de la Universidad del Rosario e integrante del semillero Construcción Social de las Fronteras (CSF ) de la misma universidad. Angie Carolina Ávila, quien ilustra las historias relatadas, es estudiante de Artes Visuales de la Pontificia Universidad Javeriana.
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