Píllaro – Tungurahua – Ecuador
La expectativa llegaba al salir de casa de cómo sería mi primer encuentro con esta fiesta popular después de horas viaje y una desorientación con el lugar, por fin llegue al último día de la diablada el 6 de enero, ahí estaba – ¡Yo! – caminando por las calles entendiendo la dinámica y el empoderamiento de esta fiesta, involucrada entre la multitud asenté mis pies en un lugar a otro para captar e inmortalizar simbologías.
Al son de tambores y trompetas, la banda de pueblo anunciaba la llegada de los Capariches que vienen barriendo las calles y pies abriendo paso a las Guarichas que sacan a bailar a las multitudes y un Diablo con su coronilla y fuete protagonista de la festividad vociferando palabras agudas. Personajes que con caretas bailaban con ostentosos trajes, bebida para aguantar el camino bailando, el cuero de chancho frito y el ají se saboreaba en las aceras llenas de gente, imponiendo susto a quienes posibilitaran su resistencia o libertad.
Como una pasarela cultural, desfilaba la diablada en las calles de Píllaro lleno de colores donde el rojo y negro hacían su magia e invocaban el patrimonio vivo que cada año sacudirá estas tierras.
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