Grande Andrés (te quiero)

Andrés Calamaro. No sé si es su nombre o sus lentes de sol las que le dan una mirada dulce y firme a la vez. O tal vez el acento argentino jugoso y la manera desenvuelta de hablar. Pero Andrés es grande. Algo que claramente también les pareció al cautivado público del coliseo General Rumiñahui en Quito el 15 de junio, que estuvo persistiendo durante todo el concierto: “Olé, olé, olé Andrés.” Y los hinchas tenían toda la razón. Más que un concierto de uno de los íconos del rock Argentino se trataba de una conversación íntima entre el público y Andrés Calamaro. El cantor argentino presentó un documental sobre sus pasiones, un tributo a la cultura argentina, y sobre todo un espectáculo con una retahíla de clásicas para cantar y gozar.

La noche empieza con un amable y sincero “buenas noches”. Andrés Calamaro, vestido de negro, lentes de sol con montura aparentemente rosada, y un pañuelo en el pelo; áspero y dulce a la vez. Igual que su voz, como las letras de sus canciones.

Una de las primeras canciones anuncia el resto del espectáculo. Crimenes perfectos, una joya que relata todo un mundo. La pantalla de detrás muestra dos sombras sugestivas, sin poder vislumbrar de que se trata, sin darnos toda la verdad. Calamaro canta: “¿Sentiste alguna vez lo que es, tener el corazón roto, (sentiste) a los asuntos pendientes volver, hasta volverte (muy) loco? Si resulta que si, si podrás entender, lo que me pasa a mi esta noche.” Entramos en una reflexión amorosa con el cantante, sin que su verdad sea nuestra verdad. Sugestiva, a veces agudamente dolorosa, pero chispeante. ¿Como la vida misma? La vida en una discografía.

Durante todo el concierto las manos y el lenguaje corporal de Andrés Calamaro cuentan una historia de vida. Como si estuviera viviendo la letra de cada canción en ese instante mismo. Cuando Calamaro termina una canción con las palabras “para vos reina”, me imagino que es un mensaje para mi, para cada una de las mujeres en el público, para sus amores pasados, su esposa y su hija.

Y como debe ser en los momentos amistosos de todo argentino, Calamaro tiene su mate para compartir con los músicos. Los músicos reciben una gran ovación del cantante, pero también el mismo Calamaro demuestra su habilidad con el teclado, y reafirma al roquero que hay en él tocando la guitarra.

El público, además de ecuatorianos de todo el país, colombianos y una belga, se compone de diferentes edades y confirma la larga carrera del cantante. Andrés conoce y aprecia sus músicos y géneros musicales. Aparte de sus propias creaciones, Calamaro toca hitos musicales de la cultura argentina. El mundialmente apreciado tango Volver de Carlos Gardel y el por cada hispano disfrutado rock de los años ochenta y noventa con Música Ligera de Soda Estereo. Una diversidad musical también propia a su discografía con rock, tangos, boleros, jazz y flamenco.

La música trata la vida y así también el cantante que demuestra su respeto para el futbolista argentino Diego Maradona en un tributo completo. Aprendimos que Andrés es aficionado de las corrida de toros y sabemos que en Quito las prohibieron por votación popular. Pero seguimos cantando.

“Yo soy un loco que se dio cuenta que el tiempo es muy poco. Na na na na na, na na na na na. A lo mejor resulta mejor así.” (Soy un loco) Y si, después de poco más de 2 horas de tocada, la historia necesita un fin, un fin abierto. Paloma: “No te preocupes Paloma
no hay pájaros en el nido, dos ilusiones se irán a volar, 
pero otras dos han venido.” Imágenes sobre la vida musical de Calamaro en la pantalla de detrás y el cantante mismo en el escenario en Quito, Gira Bohemio 2013.

Tan franco como empezó la noche, termina con una inclinación de todo el equipo y un “buenas noches Ecuador”. Calamaro besa escenario ecuatoriano. En Twitter el cantante argentino agradece la misma noche a los asistentes en “un recital de altura en el citarón en el mundo.” y se dedica a responder los mensajes enviados por los ecuatorianos. Por mi parte: “Gracias Andrés, grande (te quiero).”