Los rostros detrás del conflicto armado Colombiano: “El que olvida la historia está llamado a desaparecer”
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En esta serie Daniela Tocarruncho Hernández y Angie Carolina Ávila comparten fragmentos de las historias de vida relatadas por diferentes actores del conflicto armado colombiano, para con ello dar una entrada a reconocer las causas y consecuencias de un conflicto que ha afectado a toda la sociedad de forma directa e indirecta. Estas han sido contadas en medio de escenarios dispuestos para avanzar en los diversos retos a los que se enfrenta hoy la sociedad colombiana en un marco de paz y reconciliación.
Ingrid, exguerrillera de las FARC-ep, nació en una familia campesina asentada en Guayabero, un pueblo ubicado en el departamento del Tolima, donde Charro Negro, Manuel Marulanda y Ciro Trujillo fundaron una de las llamadas Republicas Independientes por los años de 1957. Cuando Ingrid nació, su padre, en medio de muchas dificultades, se hacía cargo del hogar para que ella y sus hermanos pudieran ir a la escuela que quedaba a tres horas de camino usando como medio de transporte a la mula ‘Machito’. Cuando el animal se enfermó les tocaba caminar 5 horas, por lo que el padre tomó la decisión de dejarlos internos en la escuela y sólo lo visitaban cada 15 días.
En la escuela, relata Ingrid, no logró aprender mayores cosas porque los profesores, además de que maltrataban a los estudiantes, los ponían a llenar cartillas para pasar el año, sin enseñarles nada más que a memorizar. Sólo hasta que llegó un profesor nuevo ella aprendió cosas básicas, pero sobre todo aprendió de las historias que él le contaba de los guerrilleros de las FARC-ep. Él le contaba que el frente 40, el cual operaba en la zona, sí instruía verdaderamente a las masas para que unidos lograran los objetivos que se proyectaran. Desde ahí, ella empezó a compartir espacios con las FARC- ep, a verlos más frecuentemente, incluso llegaban a su casa y su padre los atendía, dice ella: “uno va compartiendo con ellos y uno se hace familia de ellos”.
Así era, hacían parte de su cotidianidad, la cual se transformó medianamente cuando su padre vendió el terreno que tenían, comprando otro más cercano al pueblo. A partir de entonces, ella y sus hermanos ya no se quedaban en la escuela, para llegar caminaban dos horas por la horilla del rio todos los días y así mismo regresaban a su casa. Cuando le cogieron confianza al camino armaron unas valsas y empezaron a bajar por el río sin que su padre se diera cuenta, así lograban ahorrarse una hora de camino que dedicaban a ayudar a su padre en la venta de insumos como abono, lentejas, arroz, aceite y cosas para el uso familiar.
Allá también había presencia de las FARC-ep, el papá de Ingrid asistía a las reuniones que convocaban, donde informaban de la situación del país, las formas de cambiarlo y cómo podían aportar. A pesar de su asistencia, él no participaba activamente, se dedicaba a la venta de insumos, que si bien no dejaba grandes ganancias le era útil para darle de comer a su mujer y a sus hijos. Por su parte, Ingrid escuchaba mucho lo que decían y veía lo que hacían, lo que fue suficiente para que en ella empezarán a emerger las ganas de hacer algo por lograr cambiar las condiciones de sus familiares y vecinos.
En medio de esa cotidianidad, un día, a los 14 años, decidió irse con unos guerrilleros de las FARC, “una niña tomó una decisión adulta”, relata ella, decisión que muchos otros de su edad ya habían tomado. Volvió a ver a su familia unos días después, cuando pidió permiso para ir a contarles que ya no iba a regresar, su padre le rogó para que se quedará, pero después de una larga discusión aceptó la decisión de su hija, desde ahí no los volvió a ver, por lo que afirma “yo a mi familia no la distingo bien, yo nunca salí de la finca, cuando salí ingrese a las Farc. Los familiares que distingo son de acá, así no tengan mi sangre”.
Ingresó a las milicias bolivarianas, siendo parte de una célula básica en la que se le informó sobre los requisitos necesarios; desde ahí empezó a recibir instrucción política. Después de tres años, se le dio la oportunidad de ejercer como ‘economa’, es decir, debía llevar la contabilidad de los alimentos que se usaban, cuidar que no se desperdiciara nada y mantener siempre las cuentas claras.
Este trabajo fue difícil para ella al inicio por su poco conocimiento en matemáticas, a pesar de ello, logró aprender rápidamente y es por lo que afirmó: “todo lo que sé, lo aprendí en las FARC”. A los 19 años, ejerció como remplazante de escuadra, en este cargo se le otorgó la responsabilidad de suplir las funciones de comandante de escuadra por si este no se encontraba presente.
En medio de esas labores, uno de los momentos más difícil para ella tuvo lugar en el Gobierno de Álvaro Uribe Vélez, entre los años 2002 y 2010, cuando el Gobierno decidió empezar a bombardear los campamentos de las FARC-ep, ella recuerda: “eso creo pánico, el gobierno hacia masacres, ahí se elevó la disciplina. A mí me dio muy duro cuando mataron a 35 compañeros nuestros, que estaban en inducción, eso fue una masacre contra nosotros, esperaron a que se durmieran para bombardearlos y acabar con todo. A pesar de todo eso nos tocó adaptarnos a esa situación y elevar al máximo la disciplina, resistimos.”
Contrario a esto, el momento que vive hoy es para ella el más feliz, a pesar de las dificultades que se presentan en el proceso de paz por los incumplimientos del Gobierno, afirma que están dispuestos a resistir las condiciones necesarias para continuar en busca de reformas pacíficas. Por eso, ve este momento como una oportunidad para mostrarle al pueblo colombiano su voluntad de paz, para contarles cómo vivieron el conflicto armado y porqué tomaron las armas, porque, dice ella: “como dijo el comandante Marulanda “el que olvida la historia está llamado a desaparecer”, el pueblo tiene que saber que nos tocó tomar los fusiles para que nos escucharan, porque nosotros somos la respuesta de una agresión militar y política”.
Classroom bloggers
En la serie ‘classroom bloggers’ estudiantes de Hugo Ramírez escriben como parte de un Semillero de Investigación. El Semillero de Construcción Social de las Fronteras de la Universidad del Rosario es un espacio académico de construcción conjunta con los estudiantes, en los que se debaten e investigan desde el plano empírico, distintas preguntas relacionadas con los reveses, territorios y fronteras de la nación colombiana.
Daniela Tocarruncho, quien se encarga de transmitir de forma escrita los relatos, es estudiante de Ciencia Política y Gobierno con mención en Sociología de la Universidad del Rosario e integrante del semillero Construcción Social de las Fronteras (CSF ) de la misma universidad. Angie Carolina Ávila, quien ilustra las historias relatadas, es estudiante de Artes Visuales de la Pontificia Universidad Javeriana.
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